Refugiada

Mujer saharaui, tu espíritu libre
vuela sobre el desierto.
No hay muros que puedan detenerlo
ni minas ni metralla que lo callen.
Tratando de explicar, mueves tus manos
que escriben historias en el aire.

Refugiada fuera de todo, en el limbo
de los campamentos,
enseñas español a mujeres que no podrán trabajar
en lo suyo ni practicar lo que han estudiado.
Te enfrentas cada día, cada hora
a la desesperanza,
brillando con fuerza desde siglos de distancia.
Rosa del desierto, paloma,
voz del viento que agita palabras
sinceras, certeras, que siguen resonando
cuando dejas de hablar,
porque son mucho más que palabras.

“Y refugiado es como si fuera que estás fuera del mundo
como si fuera que no fueras nadie.
Tú ves la tele, tú ves las noticias
Y preguntas ¿quién soy yo?
Mis alumnas preguntan ¿quién somos nosotras?
El mundo no sabe que somos saharauis,
que somos refugiadas
Que hay niños que se ponen enfermos
que no tienen ningún futuro
que no disfrutan de su juventud”.

“Soy un joven saharaui que llevo aquí treinta años
en estos campamentos de refugiados.
Mi vida la he pasado de sufrimiento,
De intentar hacer muchas cosas y de soñar muchísimo.
Hace falta ayuda,
no por vía de dinero, sino por dar palabra
o una voz más alta que la nuestra
al otro mundo
y decir al otro mundo en voz alta
que hay pueblos que necesitan ayuda”

Llevas la mano al corazón,
Invitas a todo el que quiera a venir
a ver lo que ocurre, la realidad,
la realidad torturada pero no menos real,
realidad incluida en la categoría de las realidades
prisioneras tras los cables del televisor.

Ojalá pudiera daros mis manos
Ojalá mi cuerpo sirviera para algo
Ojalá pudiera regalaros mi voz, aunque quedara muda
Regalar todo el agua de las lágrimas
para poder hacer un río, muy largo
con un bote, muy grande,
que cruce como un gigante sobre el mar del olvido.
¡¡¡Sahara libre ya!!!

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